La política educativa del liberalismo

Mapa conceptual de los orígenes del sistema de educación.


Artículo de opinión. A1



Los orígenes del sistema de educación 1812-1874. La política educativa del liberalismo, la red institucional de escuelas públicas.

1 Duelo a garrotazos (Goya 1822)



Desde una perspectiva histórica, la educación en España ha estado repleta de reformas y cambios tanto en el currículo, en la duración y en los niveles de enseñanza, como en la formación de los maestros. Todos estos cambios se veían agravados o favorecidos por el régimen de turno que trataba de difundir sus ideales.
Observemos como en este transcurso hay un tira y afloja constante entre conservadores y liberales:

Tras la caída del Antiguo Régimen en 1808, se desarrolla una nueva sociedad liberal en la que los ilustrados impulsaron reformas dirigidas a extender y mejorar la instrucción elemental. Se formularon las bases de un plan general de instrucción pública (Jovellanos, 1809), pero no fue hasta las Cortes de Cádiz en 1812 cuando encontramos proyectos definitorios de la educación nacional.

En la Constitución se reflejan los derechos de todos los españoles a la instrucción, porque de este modo se aseguraban la acomodación de los individuos a las nuevas instituciones. Una educación controlada por el Estado en contraposición al Antiguo Régimen en el que la enseñanza estaba prácticamente en manos de la iglesia, dirigida a la nobleza al clero.

Encontramos que solo se ordenan las escuelas primarias en las que se enseñará a leer, escribir, contar y el catecismo. También trata de ordenar las universidades, pero no hace mención a la enseñanza intermedia. Manuel José de Quintana en su informe de 1813 ya organiza el sistema en tres niveles: primera enseñanza, segunda enseñanza y universidades mayores. Se plantea además un sistema centralizado de Dirección General en la capital de clara ascendencia francesa.

Destacar que las escuelas eran solo para niños, las niñas podían formarse en escuelas privadas, educándose sobre todo en moralidad, domesticidad y en “labores propias de su sexo”.

Todos estos proyectos educativos quedaron sin efecto tras la vuelta de Fernando VII en 1814 con el retorno al absolutismo y la educación de nuevo, en manos de la Iglesia. Promulgaron una política de control ideológico absoluto, persiguieron cualquier vestigio de liberalismo para evitar desviaciones ideológicas. Su encomienda era formar ¨buenos cristianos y vasallos aplicados”.

Ya en 1821, el llamado trienio liberal repone la Constitución de 1812 y hay un auge de la burguesía liberal, se inician procesos de organización de la administración central, provincial y local. En 1836 se inicia el Plan general de Instrucción Pública, propone el nivel elemental y el superior dirigido a la sociedad burguesa que iba a continuar sus estudios en las universidades. Se incluye también, la creación de las escuelas normales de formación de maestros. Estas escuelas se propagaron desde Madrid a las provincias, y los aspirantes a maestros eran internos que tenían que superar un examen de ingreso y un año de prácticas. Su preparación era eminentemente académica en detrimento de una educación pedagógica.

Entramos en una fase de expansión de escuelas en la que encontramos posiciones tanto moderadas como progresistas que declinan en favor de la Iglesia la potestad de inspeccionar la enseñanza con el Concordato de 1851 entre el Estado y la Santa Sede. Esta situación ponía en peligro la libertad de cátedra.
Más tarde en la sociedad española hubo un repliegue de la Iglesia hacia posiciones integristas.

La ley Moyano de 1857 venía a armonizar las posiciones de moderados y progresistas y cerró un largo proceso de reforma educativa. Consagra un modelo que corresponde con el sistema político, social y económico que implantó el liberalismo en toda Europa.
Esta ley, a pesar de sus deficiencias, sienta unos principios básicos que permanecerán casi hasta nuestros días.

Los nuevos aires revolucionarios del 68 defendían la libertad de la ciencia y la razón, la libertad de cátedra y de expresión, libertad de centros, abandono del centralismo y de la uniformidad y una educación secundaria como prolongación de la elemental. Este fue un punto crítico del sexenio revolucionario, una secundaria como extensión de la enseñanza elemental, ya no estaba dirigida a aristócratas y burgueses.

El desarrollo administrativo y académico hizo posible recabar datos estadísticos del sistema escolar que nos ayudan a analizar su expansión. Este despegue de la escolarización se debe a la valoración dada a la educación por los liberales, a la estimación social de la educación como factor de progreso económico y a la dinámica demográfica en expansión; además del propio hecho de la creación de escuelas.

Podemos pensar que todo marchaba viento en popa, pero la realidad era que la asistencia escolar resultaba muy irregular. Las autoridades locales no ejercían el control de obligatoriedad de la asistencia, las familias tampoco mostraban más interés, necesitaban a los niños para trabajar. Sumamos que la gratuidad de la educación no era tal, y que los profesores estaban sometidos a la política caciquil de los Ayuntamientos. Tampoco fue homogéneo el efecto cultural de la política liberal en todas las regiones de España, la tasa de analfabetismo iba desde el 76% al 90% en el sur.
Nació también la educación de párvulos en las ciudades grandes en las que se estaba tejiendo un desarrollo urbano e industrial, poco a poco se fueron expandiendo vinculadas a la instrucción elemental.

Durante todo este proceso histórico hemos podido observar cómo se fueron consolidando las etapas educativas en párvulos, elemental, secundaria y universitaria. Fue un proceso tortuoso al principio, con cambios de gobierno, de ideales y de sociedad, en el que las clases bajas tuvieron acceso a una rudimentaria educación elemental. El resto de niveles quedaba para las clases medias. Afortunadamente, hubo una evolución y la secundaria fue una extensión de la elemental al alcance de más gente.


Después de analizar los hechos históricos, nos llama la atención cómo la educación es utilizada por el poder para someter a maestros y alumnos hacia la ideología dominante de un sistema. Sin que valga la comparación, el principio de siglo XIX nos ha recordado a la situación actual en la que con cada cambio de gobierno existe un interés por reformar la educación para tener un control de los futuros “vasallos”. Tanto los liberales como los conservadores tenían ese concepto, lo hemos visto cuando comentábamos que en la Constitución había un interés por la educación universal para la “acomodación de los individuos a las nuevas instituciones”.

Por tanto, nos queda la amarga sensación de que la educación se desarrolló en favor de unos u otros ideales relacionados al poder político y eclesiástico para controlar al populacho. O tal vez no, y nuestra paranoia de que la educación nos adoctrina no es cierta y la educación pública siguió su evolución en pro del conocimiento universal y libre.

Referencias

de Puelles-Benitez, M. (2008). Las grandes leyes educativas de los últimos doscientos años. CEE Participación Educativa 7, 7-15.

Escolano-Benito, A. (2002). La educación en la España contemporánea. Madrid: Biblioteca Nueva.

Ministerio de Educación, C. y. (s.f.). Instituto de Formación del Profesorado, Investigación e Innovación Educativa (IFIIE). Recuperado el 1 de 11 de 2014, de http://www.educacion.gob.es/cide/jsp/plantilla.jsp?id=arch03a

Montagut-Contreras, E. (15 de Abril de 2014). Los ojos de Hipatia. Recuperado el 1 de 11 de 2014, de http://losojosdehipatia.com.es/educacion/la-formacion-de-los-maestros-en-la-espana-liberal/